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¿LA RUTA DE LA TRANSICIÓN ENERGETICA, CAMPO MINADO?

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El laconismo es la forma de expresarse breve, concisa e ingeniosamente, como los habitantes de la región de Laconia, antigua Grecia, en la que quedaba Esparta. Una de las anécdotas que ilustra el término es de Filipo II de Macedonia, padre de Alejandro Magno, quien antes de invadirlos mandó una advertencia: “Si entro en Laconia, voy a arrasar y a someter a Esparta”. La respuesta recibida pasó a la historia como ejemplo de laconismo: “Si…” (αἴκα en griego, si condicional, el if del inglés).
Los análisis sobre transición energética revelan la necesidad de mayor tiempo e inversiones para lograr los exigentes objetivos definidos en foros en los que todos muestran, así sea en papel, que harán algo por el clim

La mayoría de las fuentes consultadas sustentan las consecuencias de una transición mal planeada, con argumentos que permiten sacar una conclusión común: el compromiso Net Zero no es viable desde la física, ni económicamente factible, en los plazos previstos. No se trata de polemizar o de querer tener la razón, bien decía Borges que “…al conversar, es indiferente que yo tenga la razón o que la tenga usted; lo importante es llegar a una conclusión, y de qué lado de la mesa llega eso, o de qué boca, o de qué rostro, o de qué nombre es lo de menos”

Es la meta a la que deben comprometerse los países que más contaminan; llegar a una conclusión realista, no a manifestaciones de buena voluntad, pues de loables intenciones está pavimentado el camino al infierno. ¿Por qué esos países? porque el 10 % de la población, la más acaudalada, genera 50 % de las emisiones, mientras 50 %, la más humilde, genera 10 %. Sería como exigirle al millón de hogares colombianos que aún cocinan con leña y carbón no contaminar más, tendrían que dejar de comer, pues no tienen otra opción

Bueno, la hay, llevarlos al gas natural y, solo entonces, pensar en opciones como el sol o el viento. Como se lee en The Economist, “Reducir la producción de gas haría más difícil la transición energética en Colombia”. Las alternativas a la generación con gas son costosas y poco probable que se desplieguen a tiempo, las baterías para almacenar son caras y trabajan pocas horas, el hidrógeno necesita avances para ser costo eficiente y, en general, los conflictos geopolíticos son un llamado a invertir en activos que fortalezcan la seguridad energética, opinan los expertos.

En los países desarrollados los titulares invitan a la cautela: “Australia respalda el gas más allá de 2050 a pesar de los temores climáticos.”, “Agencia Europea del Medio Ambiente pide a los 27 reforzar urgentemente las medidas ambientales, pues 20 de los 28 indicadores del Pacto Verde no tienen probabilidades de cumplirse en 2030” y “Agencia Internacional de Energía indica que a 2022 alrededor del 79% de la energía primaria proviene de combustibles fósiles, casi no ha cambiado desde que Biden asumió”.

La secretaria de Energía de EE. UU. declara sensatamente que “Primero se deben satisfacer las necesidades energéticas de hoy: mantener las luces encendidas. Luego avanzar hacia las realidades del mañana”, frase aplicable al contexto actual de nuestro país. La ruta hacia la transición es un campo minado y, como tal, debe transitarse con la cautela debida.
¿Debe haber transición energética? “Sí”. ¿Debe forzarse con mandatos inapelables que desechan, desordenada y precipitadamente, los combustibles fósiles? “No!, responderían los laconios.

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