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¿NUESTRO ESTADO COMO ESTRUCTURA DE PODER, SE DESMORONA?

by admin

DARÍO MARTÍNEZ BETANCOURT
Siempre que me refiero a este tema del Estado y su crisis, ensayo definir el Estado,
a sabiendas de ser tarea difícil el acordar una definición que sea la más completa.
Platón lo concibió como un ente ideal. Aristóteles como sociedad perfecta.
Rousseau como asociación política libre fundada en el contrato social. Kelsen como
ordenación de la conducta humana. Marx como instrumento de dominación de
clase. Bakunin, sostuvo que el Estado es un inmenso cementerio donde vienen a
enterrarse todas las manifestaciones de la vida individual. Lenin manifestó que: Ahí
donde comienza el Estado, termina la libertad.
No pretendo hacer filosofía ni tampoco ideología sobre esta materia. Aterrizo sobre
lo aprendido acerca de la teoría del Estado. Se habla de los siguientes elementos
estructurales: Pueblo, territorio y poder público soberano. En este marco
conceptual, echemos un vistazo a nuestro Estado Colombiano para concluir si
tenemos o no un verdadero Estado.
Colombia no es dueña de la soberanía popular que reside en el pueblo. Hoy más
que nunca se la arrebató y convirtió en una abstracción constitucional. El gobierno
de los EE UU, ejerce nuestra soberanía sin reato alguno. La irreverencia ideológica,
no es la única vía para hacer valer la autodeterminación como pueblo y sociedad
históricamente libre.
El poder no es el Derecho, ni la autoridad, tampoco las instituciones legítimamente
constituidas. Está dado por la fuerza bélica que los poderosos tienen y ejercen para
someter a los débiles. Al púlpito de prepotencia neo-imperial en que se ha
convertido la presidencia de los EEUU, no es posible oponerle el polvo de las
rodillas, ni la falsa arrogancia de utópicos desafíos de algunos Jefes de Estado.
Gran parte del territorio colombiano está cooptado por toda clase de delincuencias.
En algunas regiones no hay Estado. El pueblo, especialmente en ciertas comarcas,
dejó de ser conglomerado social, político y jurídico constituido. Grandes segmentos
de la sociedad, sufren el desplazamiento inhumano como victimas de la violencia y
el desarraigo.
La guerra, el delito, la violencia y la corrupción son anti- Estado, que corroen poco
a poco la estructura básica de éste, y el Derecho claudica su misión deontológica
de conseguir la paz integral garantizando el pacto comunitario. La antesala de la
disolución es la anarquía, a la que se llega cuando el individualismo se roba todo,
hasta los sueños y esperanzas de los pueblos.
No es descubrimiento afirmar que vivimos la crisis del origen y del ejercicio del
poder. Creo nos hallamos en los linderos de un tiempo diferente en el cual los

dogmas de la ortodoxia del Estado liberal aún vigentes en la Constitución de 1991,
hacen agua. Los grandes pensadores políticos del ayer, inspiradores de las
instituciones tradicionales, se agotan ante la arremetida de nuevos hechos sociales
y antisociales que se apoderaron del vetusto e impotente Estado.
Uno de los dilemas no es exclusivamente autoridad vs. libertad. Pesa mucho el otro
dilema de la ética pública versus el latrocinio El magisterio moral de los titulares de
los órganos públicos desaparece ante la absorción de la codicia, la pasión política
mezquina, el odio, la sangre derramada de inocentes, el odio, y la venganza. No
surgen teóricos con una nueva concepción realista y sociológica de otro Estado,
que combata la fuga de los sueños y anhelos de la gente. Lejos está nuestro Estado
de ser el ente ideal platónico, o, la sociedad perfecta Aristotélica.
Hay un colapso interinstitucional y entramos en un proceso de desintegración y
retroceso moral y político. Si se vislumbra el fin del Estado, sin posibilidad de
profundas transformaciones, y la sociedad civil no esta habilitada para sustituirlo,
¿cuál puede ser el futuro de nuestra martirizada nación?

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